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Espiar el móvil de tu hijo es legal, pero hay hacerlo bien (porque ellos saben más de tecnología que tu)

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El móvil y el uso que los hijos hacen de él es el caballo de batalla en muchos hogares. Porque mientras los primeros tratan de esconder su actividad y burlar las normas, los segundos se afanan en poner límites y vigilar. Sin embargo, esta ecuacion está llena de incógnitas difíciles de despejar. La primera y más importante es que muchos menores saben usar la tecnología mejor que sus propios padres, con lo que controlarles ya no es que sea difícil, sino imposible si no conocemos el medio de forma adecuada.

Según cumplen años y dedican horas al móvil aprenden trucos para saltarse el control paterno. Por ejemplo, navegar en modo incógnito: así nadie puede ver las páginas que has visitado. Es decir, no se puede rastrear qué webs han estado visitando, incluidas las pornográficas. Otra cosa con la que también pretenden hacer frente a la ‘Stasi familiar’ es el borrado de cookies y del historial de navegación: pincha y mira lo que quieras, que si lo mandas a la papelera ya nadie más sabe dónde has gastado el tiempo.

De esta manera, ni aunque los padres le pidan el smartphone van a encontrar rastros de ‘delito’ alguno. «Se encuentran una versión de uso blanca, sin mancha alguna. Al final, como saben más, se las cuelan», explica Albert Jové, profesor colaborador de los estudios de Informática, Multimedia y Tecnología en la Universidad Oberta de Catalunya (UOC). En cuanto al uso de chats y servicios de mensajería instantánea ocurre lo mismo: algunos de estos programas permiten, incluso, que los mensajes se borren automáticamente al cabo de poco tiempo. Mas de la mitad de los menores ponen en práctica de manera habitual estas artimañas sin despeinarse.

Así que hay padres que no tienen ni idea de qué hacen sus hijos cuando están con el móvil. Y es motivo de preocupación, porque aunque internet es muy útil y tiene muchas ventajas, también acechan los peligros: estafas, acoso, ‘phishing’… El 36% de los niños de 10 a 14 años confiesa que tiene conversaciones con desconocidos en redes. Entre los 15 y los 16, lo admite un 41%, según la encuesta ‘Life Behind the Screens of Parents, Tweens, and Teens: McAfee’s Connected Family Study’.

«Espiar el móvil a tu hijo es legal, hay que saber dónde está, otra cosa es si es ético»

¿Qué se puede hacer entonces? ¿Hackearle las terminales a los hijos? Pues no es tan fácil, según los expertos. «Para eso primero tienes que tener acceso al teléfono, instalar los programas, que no siempre conoces, y que el chaval no se dé cuenta. Para un padre normal y corriente no es fácil llegar ahí», razona Jové. Luego está el problema de la confianza: «Espiar el móvil de tu hijo es legal porque tienes que saber donde está cuando es menor. Otra cosa es si es ético. Y también pasa que no es lo mismo hacerlo con un crío de 10 años que con un chaval de 18», prosigue el docente.

El dilema de las prohibiciones

A Pau, su madre le controla el móvil con una aplicación. Desde ella ve lo que consulta, qué apps tiene en uso y puede cortarle la conexión cuando quiera. También controla sus movimientos: sabe si está en clase, en casa o en el entrenamiento de fútbol con el equipo. «Está bien usar es tipo de controles parentales, el problema es que muchos tienen capacidades de sobra para saltárselos», opina Bojra San Urquijo, profesor de la Facultad de Ingeniería Informática de Deusto. Es más, son muy conscientes de que desde el móvil de los padres puede darse permisos «y no les cuesta entrar si saben nuestra contraseña. No hace falta que se la digamos, basta con que nos vean meterla en alguna ocasión», resuelve.

– El panorama es desalentador…

– Es el juego del gato y el ratón. Y en este caso, los menores tienen más tiempo y más imaginación que los adultos. Por eso es complejo.

Anna, la madre de Pau, es profesora de infantil y pese a tener muchas herramientas por su profesión para lidiar con este tipo de situaciones reconoce la dificultad de hacerlo: «Hay que tener mil ojos y aún así no son suficientes. A veces te sientes desbordado». Sobre todo porque no en todos los hogares se tiene el mismo control ni el mismo criterio. Por ejemplo, con el uso de redes sociales: hay padres que prohíben a su hijos tener perfiles hasta determinada edad. Pero Jové pone en duda que la prohibición sirva de mucho. «Para qué, si te la pueden colar igual». El caso de Pau es paradójico: él no tiene, pero ve los reels y los vídeos que triunfan en el patio del cole con los compañeros de clase.

– Vale, les damos permiso. ¿Les seguimos también para ver qué suben?

– Está bien hacerlo, conocer sus contactos, su perfil… Pero tampoco es la solución definitifva. Muchas veces tienen uno público para que lo vean papá y mamá y otro secreto.

Brecha tecnológica

«Deberíamos concienciarnos como sociedad de que si un padre compra a su hijo un móvil debe asumir la responsabilidad de aprender él mismo a usar ese móvil. Hay que aplicar el concepto pedagógico de toda la vida: si vas a poner algo en manos de tu hijo, debe ensañarle tú a usarlo. Si te dice que quiere aprender a cocinar ¿qué haces? Meterte con ellos en la cocina, ¿no?», defiende Ana Pérez Escoda, profesora e investigadora del grupo Innomedia de la Facultad de Comunicación y Artes de la Universidad Nebrija. Pero esto no sucede porque hay una brecha tecnológica entre padres e hijos. «Realmente es un problema social porque llevamos 20 o 25 años trabajando en desarrollar la competencias digitales en el ámbito educativo y los padres se han quedado fuera de este megaplan», considera.

La cifra

4de cada 10

adolescentes entre 15 y 16 años admite que mantiene conversaciones en redes con personas totalmente desconocidas.

«Lo que jamás debe hacer un padre es dar acceso a algo a un hijo que él mismo desconoce. Es como si abres la puerta de casa y dejas que entre cualquiera», ilustra la docente. La imagen viene al caso porque al final eso es lo que pasa con las redes sociales, especialmente con TikTok, la que más tirón tiene entre los menores. Así que toca saber qué es, usarlo, tener un perfil… y dar ejemplo, claro, añaden los expertos. De nada sirve evangelizar si luego no lo ponemos nosotros mismos en práctica.

Las mejores apps para controlar el uso que tu hijo hace del móvil

  • Enlace familiar. Esta app de Google te permite gestionar la cuenta de tu hijo y sus ajustes de datos. Tiene acceso también a las aplicaciones en los dispositivos supervisados. Es gratuita.

  • mSpy. Permite un control parental completo y discreto. Rastrea la ubicación del terminal, monitorea llamadas y mensajes, y también la actividad en redes sociales. Es de pago y ofrece información cada 5 minutos.

  • Qustodio. Controla las apps, limita el uso diario y registra absolutamente toda la actividad, Es una de las opciones más restrictivas del mercado. Tiene una versión de prueba gratuita y otras dos de pago.

  • Familia Norton. Está diseñada ex profeso para vigilar la actividad de los menores que navegan por internet. Permite supervisar las búsquedas en línea y los vídeos que estos han visionado. Es de pago.

  • Kaspersky SafeKids. Ofrece varios planes diseñados en función de la edad de los menores. Tiene tres niveles: de 3 a 5 años, de 6 a 12 y de 13 a 18. También es de pago.

  • Es una locura. La venden como la app de control parental más avanzada del mercado. También ofrece un servicio discreto, promete incluso invisibilidad absoluta, y es muy versátil porque se adapta a una amplia gama de dispositivos. Asimismo, protege datos bancarios.

Hablar sin ser colegas

«Es importante que entiendan el concepto de trascendencia», señala el profesor de la UOC. «A esas edades no se conoce, pero hay que hacerles entender que lo que cuelgan en internet es para toda la vida», prosigue. «El problema es que los padres queremos soluciones globales y no existen», aporta Pérez Escoda. Esas herramientas de espionaje, consentido o no, «son una solución complementaria» y tampoco son aplicables a todos los niños. «Yo tengo dos hijos, uno tiene mayor sentido de la responsabilidad que el otro y no le hacen falta esas cortapisas», ejemplifica.

Curiosamente, la vía que encuentran estos expertos para intentar atajar la desprotección de los adolescentes es la menos tecnológica: crear un clima de confianza entre padres e hijos. «Esto no quiere decir que te hagas colega de ellos, pero sí que si hace algo malo o alguna situación se le ha escapado de la manos, sea a ti a quien recurra en busca de ayuda y no que se esconda por miedo a la bronca que le puede caer. Es conveniente que sienta que le puedes echar una mano», razona Jové.

Según el informe ‘Estar en línea: niños y padres en Internet, realizado por Kaspersky’, aunque un 75,5 % de los padres encuestados asegura haber hablado varias veces con sus hijos sobre la seguridad en el mundo en línea, todavía hay un porcentaje elevado (24,5 %) que reconoce no haberlo hecho nunca. Esto no ayuda. Afrontar la situación y hablar con naturalidad es la llave para crear ese clima de franqueza. «Al final es como cuando hay que tocar el tema de la sexualidad», argumenta Jové.

20 años intentando que padres y maestros vayan a la par

Nadie te enseña a ser padres. De hecho, consideramos que es «un acto innato», explica la docente Ana Pérez Escoda. Y perpetuamos el modelo que nosotros hemos vivido: «Educamos a nuestros hijos tal como lo hicieron nuestros padres». El problema es que el mundo no es igual y tecnológicamente ha habido un salto mayúsculo. «El móvil, se ha convertido en un elemento disruptivo imporante y no siempre sabemos cómo introducirlo en las dinámicas educativas del día a día», enuncia la experta.

Ni en la familia ni en el colegio, la otra pata de este banco. «Pese a que llevamos 20 años formando a los profesores en competencias digitales, es algo complicado y todavía no lo hemos conseguido en un sentido pleno». La razón es la velocidad: «La sociedad avanza más deprisa que las instituciones, a las que no les da tiempo a reaccionar».

Así que esperar que sea en el colegio donde enseñen a usar bien el móvil a nuestros hijos es otra quimera. Y ojo, porque ambas partes deben ir a la par para que el proyecto salga bien. «De nada sirve que prohibamos el teléfono en el colegio si a la que salen ya están enganchados a él», concluye Pérez Escoda.

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