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Los cristianos indígenas en México se ven obligados a mantener su fe en secreto

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Guadalupe Pérez y su esposa, Leticia Sánchez, viven su fe cristiana con gran discreción en el sur de México. Residen en uno de los 124 municipios de Chiapas, que, según Puertas Abiertas, es conocido por sus altos índices de persecución contra los cristianos indígenas.
En la comunidad donde viven, con aproximadamente 29 mil habitantes, la mayoría trabaja en plantaciones de maíz y frijol, y el catolicismo es la única religión predominante. Sin embargo, las prácticas religiosas de las comunidades indígenas mexicanas mezclan elementos católicos y mesoamericanos, lo que da como resultado una fe que difiere significativamente de las enseñanzas bíblicas. “Aquí, entre los disfraces católicos, hay fiestas donde se consumen refrescos para adorar a Dios. Quien no participa en estas festividades es visto como una falta de respeto a las tradiciones”, explicó Guadalupe.

Además de las festividades, la veneración de los santos, el culto a las imágenes y el aporte económico a las festividades son mantenidos y protegidos por los líderes comunitarios. Quienes no siguen estas prácticas se enfrentan a restricciones financieras y comerciales, al encarcelamiento o incluso a la expulsión. “Nos persiguen y castigan porque no quieren que abandonemos las tradiciones. Si dejamos las tradiciones de nuestros padres, corremos el riesgo de ser expulsados ​​de la comunidad. Hay que ser conscientes de que puede ser necesario dejar casa, tierra y bienes para seguir a Cristo”, añadió Guadalupe.

Benito Ton, cuñado de Guadalupe, cree que la persecución tiene como objetivo impedir el crecimiento de la fe cristiana en la región. “Somos vistos como una amenaza porque, si crecemos, destruiremos las costumbres y tradiciones locales”, explicó Benito. Él y su esposa fueron los primeros evangélicos de la comunidad y mantuvieron su fe en secreto durante 14 años por temor a ser descubiertos. “Decidí ser cristiano en secreto porque la verdadera religión aquí es el catolicismo, entonces teníamos miedo de que nos acosaran o nos echaran”, compartió Benito.

Según Puertas Abiertas, la pareja descubrió la fe evangélica al viajar discretamente a la ciudad más cercana. “Si se enteraran, tendríamos problemas. Por lo tanto, seguí participando en todos los eventos comunitarios tradicionales. Fue un momento difícil, pero sabía que si veía a alguien necesitado, predicaría y oraría por él”, añadió Benito.

En 2002, Leticia, la esposa de Guadalupe, enfermó gravemente. Sin un diagnóstico ni un tratamiento precisos, la pareja, aún no cristiana y siguiendo las tradiciones familiares, afrontó un período oscuro. “Fue un momento de gran desesperación. Estaba tan desesperada que casi vendí mi casa y mi terreno para conseguir ayuda, pero gracias a Dios no lo hice”, dijo Guadalupe.

A mediados de 2023, Leticia le pidió a su esposo que se comunicara con su familia al creer que estaba al borde de la muerte. Su hermana, casada con Benito, los invitó a su casa en una comunidad cercana. Cuando llegaron, la hermana de Leticia contó cómo Dios la había sanado. El pastor de la pareja también fue invitado y compartió el evangelio. “Él dijo: ‘Si aceptas a Jesús, serás sanado’. Ya había sufrido bastante y no tenía nada que perder, así que acepté. Dije: ‘Sí, acepto entregarme al Señor’, y desde entonces estoy sanada”, testificó Leticia.

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