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Priorizar en salud, un acto de equidad

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Hace unos diez años entraba en apogeo el término ‘salud basada en valor’, y los más destacados centros de pensamiento empezaban a medir la madurez de los sistemas en América y Europa frente a variables como la centralidad en el paciente, el contexto de política pública, los mecanismos de medición de costos y el pago basado en resultados, para pasar de medir coberturas y cantidades de servicios a medir impactos en la esperanza de vida de la población.

Salud Conforme a los criterios de

El tema se vuelve aún más imperioso cuando el aumento del costo en salud puede poner en aprietos la regla fiscal, que busca eludir los excesos de gastos y procura buenas prácticas en el uso de recursos. A inicios de año, el Fondo Monetario Internacional (FMI) alertaba que «reducir proactivamente los planes de gasto ayudaría a reducir los costos de endeudamiento y permitiría que la política monetaria se normalizara más rápidamente”. Y he pensado, sin ser economista, que la política monetaria no puede ir separada de una política sanitaria que alinee restricciones presupuestales con una alta demanda de servicios en salud, una oferta deslocalizada y una asimetría inmensa entre lo que la gente cree que necesita y lo que verdaderamente le brindará un efecto favorable para el mantenimiento de su salud y recuperación de su enfermedad.

Natalia Largo, Directora de Operaciones (COO) de Coosalud EPS

Foto:Coosalud EPS

Sin embargo, esta no es una conversación en la que se circunscriba a Colombia. Hoy, muchos países están pensando cómo hacer más con menos, y cómo lograr una transformación de los sistemas de salud para hacer frente al envejecimiento de la población, el incremento de enfermedades crónicas y la aparición de más medicamentos y tecnologías. Además, tienen un reto adicional, la inmediatez con la que la sociedad actual exige que las cosas sucedan.

Entonces, si se trata de esperar la reactivación económica para generar más recursos para el sistema de salud, todos debemos apostarle al propósito y, en el entretanto, hacer lo que mejor hemos podido a lo largo de estos 30 años, que ha sido aprovechar las capacidades para ser más eficientes con los recursos que hoy tenemos.

Por eso, la provocación intelectual alrededor de la salud basada en valor cobra mayor relevancia en este momento, en el que nuestra población va envejeciendo a pasos agigantados y hemos tenido un aumento de la aparición de VIH en gestantes. Además, aún hay un camino muy importante por recorrer en la detección oportuna del cáncer de mama y cérvix; en esa misma línea, parte de la desnutrición infantil sigue teniendo causas prevenibles desde el embarazo y los mil días de oro de un bebé. Una gran parte de los infartos también puede evitarse, con el seguimiento a los hipertensos y diabéticos.

La política monetaria
no puede ir separada de una política sanitaria, que alinee las restricciones presupuestales con una alta demanda de servicios en salud

Lo interesante que veo en Colombia es que, de cierto modo, todos estamos queriendo lo mismo: “Que la plata alcance para atender más y mejor”. Pero ¿cómo lo hacemos?

Es claro que las empresas públicas y privadas, que han avanzado en la salud basada en valor, invierten sus capacidades en poder dar mejor salud, mayor satisfacción, menores costos. Se suma a esas metas la equidad en el acceso, que en muchas de sus interpretaciones corresponde a ‘servicios para todos’. Yo le agregaría: servicios para todos los que lo necesitan, en el momento adecuado y en el lugar correcto.

Por ello, la estrategia debe estar encaminada, como en los hogares, a priorizar. Y si en momentos de estancamiento los hogares priorizamos los gastos necesarios para subsistir, como los servicios públicos, el arriendo y los colegios de los hijos, no es descabellado pensar que en salud tenemos que proteger el gasto de la atención de las maternas, las enfermedades crónicas y neurocardiovasculares, los cánceres y traumatismos, entre otras condiciones clínicas que requieran una atención urgente; y no en sillas de ruedas de 80 millones, por mencionar tan solo una de las tecnologías que compiten con tratamientos de alto costo para enfermedades huérfanas.

Priorizar es un verbo que todos los actores del sistema debemos conjugar. Priorizar en función de los riesgos, con modelos de justo a tiempo, que disminuyan desperdicios y eliminen sobreúsos, permitiéndonos ser más eficientes. Lo anterior pasa necesariamente por tener guías de práctica médica que minimicen la variabilidad y permitan una asignación más inteligente de los recursos (gente, procesos y tecnología), haciéndoles la vida más fácil a los afiliados y comprando soluciones de salud para su cuidado integral.

Hace 10 años se hablaba con interés de la inteligencia artificial, la realidad aumentada, el lenguaje natural y el internet de las cosas. En el auge de este interés en un sector bastante incipiente en la analítica, se pensó que los artefactos vendrían a resolvernos los problemas de ineficiencia, pero lo cierto es que la tecnología es neutra, y la funcionalidad puede apalancar los modelos de atención, cuando combinamos los datos con la estrategia de negocio.

Todo esto tiene que ver con priorizar. Ya hablamos de que el aumento del costo en salud es una realidad y de que el envejecimiento no tiene marcha atrás, también de que los recursos son limitados, y de que el mundo nos exige más años de vida saludables, pero conjugar estas tendencias con los retos del sistema es, a decir verdad, una gran oportunidad.

Hemos podido tener años de aprendizaje sobre los análisis de poblaciones, esto nos permite identificar el perfil de riesgo de las personas, con modelos multivariables; es decir que no solo contemplen aspectos de salud, sino otras variables de consumo para, de esta manera, establecer un plan de tratamiento individual: para personas sanas, productos de sanos; para personas enfermas, productos de acuerdo a su condición y etapa crónica. De esta manera podemos organizar la oferta y el modelo de entrega, garantizando que a los pacientes les demos ni más ni menos de lo que necesitan.

Es así como podemos organizar modelos de seguimiento con la intensidad que amerite el nivel de riesgo del paciente, entendiendo que hay personas que pueden estar más o menos expuestas a una condición de riesgo, garantizando tener conocimiento de su evolución en cada punto de contacto con el sistema. Así estaremos priorizando y aportando a esa meta anhelada de la equidad.

*Director de Operaciones de Coosalud EPS

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