Soy mexicano, nací hace 85 años en un hogar lleno de amor y de trabajo, mi padre fue médico y estudió incansablemente para ser el mejor en su campo. Yo aprendí a leer, escribir y hacer cuentas y mis maestros me enseñaron a respetar la vida, en las clases de historia aprendí a amar a México, lo que hago hasta hoy; al llegar a la universidad conocí los inmensos alcances de la ciencia y la filosofía, y desde entonces busco algo más; amo a México y siempre lo amaré.
Amo a México, mi amor por los libros me permitió conocer el pensamiento de los hombres y mujeres que forjaron nuestra nación, aprendí a admirar a los creadores de instituciones que benefician a todos, protegen su salud, consiguen casa para las familias, promueven la investigación, la educación y logran avances notables con el diálogo y la concertación.
Amo a México, he vivido los últimos cinco o seis sexenios ya con conciencia de lo que pasa y lo que puede pasar; gracias a hombres y mujeres valientes, nuestro país cuenta con un sistema de elecciones separado del gobierno desde 1990, y eso ha tenido un efecto positivo en todos sentidos.
Gracias a las elecciones, hemos podido valorar y calificar a nuestros gobernantes; creo que todos los presidentes tienen buenas intenciones, pero que la realidad es otra, y junto con avances han existido retrocesos, errores, corrupción, y eso permitió que, por primera vez, el PRI perdiera las elecciones a manos del PAN, éste repitió, pero los ciudadanos hicieron ver los errores del PAN y votaron de nuevo por el PRI, y en 2018, el PRI volvió a perder a manos del movimiento llamado Morena.
Amo a México, y contemplo lo ocurrido en estos años y no puedo sino entristecerme al ver que, junto con acciones y proyectos, estos años se han caracterizado por destrucción y fracasos.
Amo a México, y me duele que 833 mil compatriotas hayan muerto por errores en el manejo de covid-19, que 189 mil homicidios han enlutado los hogares, que hay más de 50 mil desaparecidos, que la pobreza extrema aumentó a 7.1%, que 22% de la población carece de servicios de salud; me duele saber que los niños tienen el peor resultado en el examen PISA, que hay cada día más analfabetas, que la esperanza de vida al nacer bajó cuatro años.
Amo a México, no soy economista, pero cuando me entero que el crecimiento en estos años fue de 0.85 anual, que el PIB per cápita bajó a menos de 0.8%, que la deuda pública aumentó 2.9 puntos, que la Auditoría Superior de la Federación reporta una falta de comprobación de 32 mil millones de pesos, que Pemex es el mayor deficitario, que la CFE está en problemas, que las obras faraónicas han tenido un enorme sobreprecio y aún no funcionan. Lamento lo ocurrido ante nuestros ojos.
Amo a México, como buen ciudadano lo seguiré amando, y deseo con todas mis fuerzas que todos esos problemas, que pueden afectar nuestras vidas por mucho tiempo, se resuelvan, que haya capacidad de reflexión, que los ciudadanos podamos participar, que las actividades parlamentarias sean eso, intercambio de ideas para encontrar la mejor solución.
Y copio lo que escribe el analista J. Cervantes: “La gente de política debe reconstruir el país con una participación ciudadana activa. Si deciden liderar, significa que servirán al pueblo generando oportunidades sostenibles, reales, aquellas que dignifiquen nuestra vida y nos permitan florecer como personas y como población, sin divisionismos ni polarizaciones”.
Y termino con unas palabras de don Sergio García Ramírez, maestro de muchas generaciones: “Es tiempo de pugnar por la una grandeza que nos abarca: la grande patria. No en la magnitud del cuerpo, sobre todo en la dimensión del alma, del alma calificada: Grandeza del alma mexicana”. Amo a México.