▲ El peleador japonés mandó a la lona a Luis Nery con un impresionante nocaut, en el Domo de Tokio.Foto Afp
Juan Manuel Vázquez
Periódico La Jornada
Martes 7 de mayo de 2024, p. a12
Luis Pantera Nery trata de parecer sereno desde Tokio, Japón. Habla calmo y no luce tristeza, pero apenas hace unas horas que el Monstruo japonés Naoya Inoue, campeón indiscutido de peso supergallo, lo mandó a la lona y contra las cuerdas en un nocaut pavoroso en el sexto episodio en el Domo de esa ciudad. El rostro del mexicano está un poco amoratado y la inflamación le descompone ligeramente el gesto de tranquilidad que intenta proyectar.
En el boxeo quien sufre un nocaut poderoso nunca vuelve a ser la misma persona. Algo se transforma, como si una metamorfosis operara en el cuerpo y trastocara el alma o algo más indescifrable. ¿Acaso Pipino Cuevas volvió a ser el mismo tras la brutal derrota ante Thomas Hearns? ¿O Mike Tyson no fue otro cuando el desconocido James Buster Douglas le aplicó el cloroformo?
Me voy contento porque vine a morir en la raya, comenta desde Tokio; antes de la pelea advertí que lo noqueaba o me noqueaba. No había otro desenlace. En el primer episodio lo tumbé, me abrazó porque estuvo mal, después él me prendió y ahí se acabó todo.
El primer episodio hizo pensar que la victoria del mexicano estaba al alcance. Un gancho en el rostro mandó a Inoue a la lona. Cuestión de trabajar el nocaut, de insistir en los puntos débiles del japonés. Pero el Monstruo es uno de los mejores libra por libra y supo regresar al combate y darle la vuelta al relato. No sólo envió a la lona dos veces a Nery, sino que lo derrotó de una forma demoledora, de esas que dejan a los boxeadores tendidos como pajarillos malheridos.
Soy el único mexicano que ha venido a Japón y ha ganado dos veces, y en esta ocasión derribé al mejor libra por libra, recuerda Nery.
Voy a volver. Caí en su juego, ese fue mi error, porque abrí mi guardia y ahí me prendió. Debo regresar con una mejor guardia, porque Inoue tiene pegada, pero tampoco es nada del otro mundo, agrega.
Esta visita a Japón fue importante para Nery en varios sentidos. No sólo por la oportunidad de enfrentar a uno de los mejores en todas las divisiones del boxeo en este momento, sino porque representó regresar al país que lo había vetado de por vida por dos penosos episodios.
En 2017, cuando enfrentó a Shin-suke Yamanaka, arrojó un positivo en una prueba antidopaje por una sustancia que aseguraron en su equipo provenía de la ingesta de carne contaminada. Un año después, otra vez contra Yamanaka, Nery rebasó el límite de la división por más de dos kilos y además de perder el campeonato por reglamento, las autoridades de Japón le impusieron un veto de por vida. Volver a ese país representó un triunfo, aunque el Pantera aún arrastra ciertos estigmas.
En el pesaje había boxeadores que estaban listos para pelear contra Inoue en caso de que no cumpliera con el reglamento, admite Nery.
Me puse las pilas, cuidé al máximo el peso y el tema del dopaje, quise hacer bien las cosas; cumplí con la báscula sin problemas. Inoue por poco no daba el peso, pero a él nadie lo criticó, agrega apenado.
La función en el Domo de Tokio fue un evento que desbordó las expectativas. Ese recinto no recibía una pelea de box desde que en 1990 Buster Douglas emergió como un completo desconocido para noquear a la superestrella de los pesos pesados, Mike Tyson. Esta vez con Inoue y Nery la asistencia fue mayor a los 50 mil asistentes.
Había más de 55 mil personas, sólo Inoue ante un retador como yo podíamos llenarlo. Me morí en la raya, salí por el nocaut, me noqueó, y así tenía que ser el desenlace de este combate. No me siento mal, porque perdí buscando todo, como hacemos siempre los boxeadores mexicanos.