Feliz cumpleaños atrasado, ChatGPT. Sabemos que cumpliste a fines de noviembre, pero con el tema de las elecciones, la economía y los compromisos de fin de año se nos pasó saludarte en fecha, mil disculpas.
En un solo año, la aplicación estrella de la denominada IAG, inteligencia artificial generativa (es decir, la que es capaz de generar contenido nuevo a partir de datos existentes) tuvo logros nunca vistos en la historia de la tecnología. Para empezar, llegó a 100 millones de usuarios en solo dos meses. Para tener una comparación, se puede recordar que Facebook logró ese objetivo en 4 años y medio; Twitter, en 5 años, e Instagram, en poco más de 2 años. La velocidad de adopción no se está amesetando, y más del 90% de los CEO de las empresas grandes (las del ranking de Fortune 500, etcétera) la consideran prioridad uno en sus planes para 2024.
Todos los estudios recientes de economistas sobre el tema reportan incrementos en la productividad del 20% al 70%, según la tarea, ahora ayudada por IA generativa. Gracias al boom, Nvidia, la firma que fabrica chips, entró en el club de las empresas con más de un billón de dólares de capitalización, no da abasto con los pedidos y la semana pasada anunció un plan de retiro voluntario, dirigido a empleados de 40 años que se volvieron multimillonarios y tienen pocos incentivos para seguir yendo a las oficinas.
“Cuando le preguntás a ejecutivos globales, una amplísima mayoría (97%) te dice que la IA generativa es transformacional, que puede implicar un cambio radical en la competitividad, que vale la pena la inversión para el largo plazo y que ya han empezado a invertir”, cuenta Tomás Castagnino, economista jefe de Accenture, que encaró distintos estudios globales sobre esta agenda.
“Esto es extraordinario en un mundo de altas tasas de interés y ralentización del nivel de actividad global. Habla de un retorno esperado a la inversión enorme, en un momento sumamente necesario, porque a los pobres desempeños en términos de productividad de las últimas décadas se le suman otros vientos de frente, como el envejecimiento poblacional, la disminución de las tasas de natalidad y las presiones de costos por cuellos de botella en los mercados laborales y de energía, además de la reorganización de las operaciones globales de empresas en busca de menor riesgo”, agrega.
Estudios recientes de economistas sobre el tema reportan mejoras en la productividad del 20% al 70%, según la tarea, si se hace con ayuda de IA generativa
A lo largo de los casi 70 años de historia de la IA (el término surgió por primera vez en 1956, en un ensayo de John McCarthy) hubo varios ciclos de boom seguidos por “inviernos”, pero tal vez ninguno haya sido tan intenso como el experimentado en 2023, y que parece ser que seguirá a toda velocidad en 2024. Lo que sigue es un recorrido por diez aspectos claves de la “economía del cambio”, motorizados por el gran protagonista tecnológico del momento.
La mayor parte de los estudios económicos empíricos hechos en el segundo semestre del año todavía no se publicaron en revistas especializadas (porque no dan los tiempos), pero las versiones preliminares marcan un rango de entre 20% y 70% de mejora en la productividad para los empleados que usan IAG. “En un análisis que hicimos de 19.265 tareas encontramos que más de la mitad puede utilizar la IA generativa como insumo para ser creativo y llegar a soluciones novedosas. Mientras que el aprendizaje automático tal cual lo conocíamos hasta hace poco impactaba principalmente en tareas rutinarias, repetibles y basadas en reglas, la IA generativa impactará en el trabajo creativo”, agrega Castagnino.
Fabrizio Dell Acqua y siete co-autores hablan de una “frontera escarpada” en un trabajo que relevó el impacto de la IA generativa en más de 700 trabajadores altamente calificados –consultores del Boston Consulting Group–, con aumentos muy importantes en la productividad, reducción de tiempo, y mejoras en la calidad de las tareas hechas.
Luego de ChatGPT, la segunda aplicación más exitosa de este campo es personajeAI, que permite chatear con celebridades creadas artificialmente (Elon Musk, John Lennon, Albert Eistein), por una membresía de 9.99 dólares al mes. “Entretenimiento, educación y acompañamiento son las tres áreas de negocios donde la IAG va a tener más desarrollo en 2024″, cuenta a la nacion Martín Alcalá Rubí, un emprendedor uruguayo que encara proyectos de IA desde 2009. “El desafío es enorme: crear una interfaz conversacional; para América Latina puede resultar un ‘salto de rana’ (leap frog, que implica pasar a la cresta de la ola directamente) porque WhatsApp tiene una penetración del 95%”, agrega. Alcalá Rubí es el creador de Zapia, una app con 350.000 suscriptores en la región. “Estamos en un momento equivalente a 1994, cuando se lanzó la Web, o a 2008 con el App Store; todos nos estamos preguntando cuál será en 2024 el Uber o el Airbnb de la IAG”, dice.
Hasta hace poco, las tecnologías impactaban principalmente en tareas rutinarias y basadas en reglas; ahora se ven efectos en el trabajo creativo
El economista Colin Camerer fue, 20 años atrás, uno de los pioneros en promover la ola de la “economía del comportamiento”, la sub-disciplina que cruza economía con lecciones de la psicología. Camerer tomó la delantera con integrar los avances de la IA a esta rama: “La IA puede usarse para descubrir nuevas variables que afectan las decisiones que tomamos”, sostuvo. En el centro de esta bifurcación están los “sesgos” (errores sistemáticos, casi siempre involuntarios) que se presentan en el comportamiento humano y se pueden agrandar con IAG. Laura Alonso Alemany, una física especializada en este tema y profesora en Ciencias de la Computación de la Universidad Nacional de Córdoba, demostró en trabajos académicos cómo estos sesgos pueden identificarse y morigerarse.
En una columna de Álter Eco, publicada en la contratapa de este suplemento hace tres semanas, contamos con Rebeca Hwang, inversora y tecnóloga, de qué manera durante el “exilio” de cuatro días de Sam Altman de OpenIA a Microsoft (luego volvió a su puesto) muchas personas en la costa Oeste dejaron literalmente de dormir, tal como fue registrado por las aplicaciones de sueño, por el rumor de que las ideas y vueltas de Altman tuvieran que ver con un “descubrimiento inesperado” en IA que traería riesgos existenciales. La versión no se confirmó, pero el temor a escenarios distópicos en 2024 es real y cada vez más potente.
“La Unión Europea, Estados Unidos y otros países están aprobando actas para prevenir resultados malos para el conjunto de la población”, dice Alonso Alemany, que desarrolla en la Argentina “auditorías éticas” para iniciativas de IA. Estrellas de este campo como Andrew Ng y Yan LeCun vienen advirtiendo sobre un riesgo paralelo: la posibilidad de que los grandes gigantes tecnológicos del sector, alentando el miedo a que algo se escape fuera de control, estén promoviendo legislaciones para fortalecer la concentración del mercado. “Altman (de OpenIA) y Hassabis (de DeepMind, Google) son los que están haciendo un masivo lobby corporativo, en un intento por lograr una captura regulatoria de esta industria”, expresó LeCunn, en un largo posteo en redes.
En esta discusión, los economistas que siguen la agenda de cambio tecnológico llaman la atención por los riesgos crecientes de una “AI Divide”, es decir, de una desigualdad en las habilidades para usar y aprovechar la inteligencia artificial, tanto en el mundo del trabajo como en el de los estudiantes. Hay un papel muy interesante con esta advertencia, publicado en octubre por el NBER (Oficina Nacional de Investigación Económica), co-autoreado por la economista de la Universidad de Toronto Kristina McElheran y otros siete colegas de distintos centros de estudios. McElheran llamó la atención sobre el hecho de que las empresas grandes más que duplican el aprovechamiento de la IA para sus negocios, con relación con las firmas pequeñas.
En el terreno de las tecnologías de frontera suele decirse que hay dos formas de encarar el cambio exponencial: o demasiado pronto o demasiado tarde. “En otras palabras, al que madruga la IAG lo ayuda”, resume Castagnino. Para el economista, “la zanahoria de GenAI es la promesa de productividad y el alivio de algunas presiones de costos, que son más significativos en países desarrollados. Creo entonces que los incentivos de automatización son mayores en esos lugares. Además, en cuanto a la exportación de servicios de la economía del conocimiento, países como la Argentina tienen mucho para ganar de soluciones de tecnología que potencien nuestro trabajo y lo hagan más competitivo para proveer servicios globales. La IA generativa puede ayudar a equilibrar la cancha a favor de jugadores como nosotros, por ejemplo, que no tenemos como lengua materna el inglés –indispensable para aceitar relaciones de negocios– o el conocimiento intangible de la cultura del cliente en grandes centros de consumo, que hoy puede estar embebido en una IA”.
La ventaja comparativa de las empresas que aprovechen los avances de la IA versus las que no lo hagan será una mayor velocidad en la toma de decisiones
La ventaja comparativa de las empresas que aprovechen los avances en IA versus las que no lo hagan vendrá por una mayor velocidad en la toma de decisiones, basadas en predicciones y asistencias más aceitadas.
Mustafa Suleyman, en su momento uno de los fundadores de DeepMind, sacó recientemente uno de los mejores libros sobre el tema (La Ola que Viene, aún no traducido) y actualmente es CEO de su empresa Inflection, un unicornio y una de las firmas de moda en IA de la costa Oeste. Suleyman cree que su ventaja comparativa es de apenas seis meses: si su compañía no se mueve en ese lapso, sus competidores lo alcanzan. Un área donde ya se ve con mucha claridad la aceleración del ciclo de innovación es en la biotecnología: las bio-startups de salud están llegando al mercado con productos en la mitad de tiempo o en lapsos menores que los tradicionales de los grandes laboratorios.
Mucho se dijo en los últimos años sobre la posibilidad de que China sobrepasara a Estados Unidos en el campo de la IA, con inversiones masivas del Estado y con algunas estadísticas que mostraban más creación de firmas de IA en ese país que en la mayor economía del mundo. Esta idea se revirtió en 2023: todas las novedades importantes vinieron en su mayor parte de Estados Unidos, que, además, está captando masivamente profesionales del rubro desde China.
Dos estudios publicados en la misma semana durante octubre, uno de la escuela de negocios Wharton, de la Universidad de Pennsylvania, y otro difundido por Nature, reportaron que la IA generativa ya supera a los humanos en tareas creativas. Ambos incluyeron muestras grandes de personas y de sistemas algorítmicos, a los cuales se les dieron tests típicos de este terreno, como imaginar 30 o 40 usos alternativos para un objeto como, por ejemplo, una soga o una pelota. En ambos, la inteligencia artificial ya lleva la delantera.
Los creativos y los programadores comenzaron a utilizar la nueva herramienta antes que quienes se dedican a otros tipos de trabajo
Los creativos comenzaron a aprovechar fuertemente la IAG antes de que se lanzara ChatGPT; por lo tanto, es un sector a seguir d e cerca, porque tiene un historial de varios meses más (junto con el de los programadores) que los de profesionales de otras disciplinas. Anne-Laure Le Cunff, de NessLabs, viene hablando de “la era de la creatividad artificial”donde “una nueva generación de herramientas de IA para creatividad está tomando el mundo por asalto”.
En la época de la fiebre del oro no solo se hicieron millonarios los buscadores del metal precioso, sino también los que fabrican picos, palas, carpas y otros elementos útiles para estas iniciativas.
Ese rol, en 2023, lo ocupó claramente Nvidia, que estalló en capitalización y se metió en el club de los mega-gigantes tecnológicos con valuaciones de mercado superiores a un billón de dólares, gracias a una demanda de chips que no da abasto por la IAG. Sus acciones crecieron un 230% en el año y fueron la gran estrella del mercado bursátil.
A mediados de los 90, cuando surgió Internet, se debatía mucho sobre esa innovación; pero muy pronto, solo en pocos meses, la conversación se trasladó a las posibilidades y herramientas que la Web habilitaba. El concepto inicial se “esfumó”, se volvió parte de lo habitual. Es muy probable que lo mismo suceda en el segundo semestre de 2024 con la IAG, y que el foco se traslade a nuevos usos prácticos.
El tecnólogo Marcelo Rinesi suele decir que “tanto o más que un mundo de ciencia ficción espectacular, vivimos en un mundo de nueva rareza, uno en el cual subestimamos lo radicalmente extraño, porque la mayor extrañeza no está en eventos o en tecnologías puntuales, sino en la infraestructura de nuestra realidad. Lo único más difícil de ver que lo radicalmente nuevo que se ha vuelto constitutivo del mundo, es lo radicalmente nuevo que se ha vuelto constitutivo de nosotros mismos”.