El sentimiento antifrancés ha sido una constante en la relación entre Estados Unidos y Francia a lo largo de la historia, marcada por altibajos, tensiones diplomáticas y cambios culturales significativos, situación que se reflejó en un simple platillo, en los famosos french toast, que en México también les llamamos pan francés. Comúnmente están elaborados con pan de caja, el cual se sumerge en huevos batidos, después van fritos en aceite y/o mantequilla, para bañarlos con azúcar y canela o miel de maple. Se popularizaron sobre todo para el desayuno en Estados Unidos, en donde también, entre otros ingredientes, le incluyen frutas.
La historia de esta simpleza se remonta a recetas antiguas, como el pan dulcis del Imperio romano y se pueden encontrar variaciones desde el siglo XIV, en el payn fondew inglés, y recetas posteriores en el libro de cocina The English Huswife en 1615.
El nombre french toast surgió de un error gramatical. En 1724, Joseph French, en Albany, Nueva York, intentó llamarlas french’s toast, pero omitió el apóstrofe y la “s”. El término apareció impreso por primera vez en 1871 en la Enciclopedia de Alimentos y Bebidas Estadounidenses. Tiene numerosos nombres y variantes en todo el mundo, como el pain perdu en Francia, los salados en India, que llevan especias y chiles verdes, con mantequilla de cacahuate en Hong Kong o plátanos y tocino en Nueva Zelanda. En Italia los preparan con mozzarella, y hay una versión criolla en Luisiana con whisky y vainilla. En España se disfrutan las ‘torrijas’ durante la Cuaresma y Semana Santa, mientras que en Brasil se sirven como postre navideño bajo el nombre de ‘rebanadas’.
El sentimiento antifrancés no siempre se ha detectado en Estados Unidos, un claro y antiguo ejemplo es la figura del Marqués de Lafayette, quien, en 1776, se unió al Ejército Continental norteamericano bajo el mando de George Washington y se le recuerda con gratitud.
La Guerra de Irak en 2003 reavivó fuertes sentimientos. La negativa de Francia a respaldar los planes estadounidenses de invasión generó críticas feroces, acusándolos de antiamericanismo, así como de hipocresía en asuntos económicos y políticos.
El 11 de marzo de 2003, en un gesto de descontento hacia Francia por su oposición en los temas sobre Irak, las cafeterías de los tres edificios de oficinas de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos modificaron los nombres en sus menús: cambiaron el de las french fries (papas fritas) a freedom fries (papas fritas de la libertad), así como el boicot a productos franceses, que en su conjunto reflejaron el descontento popular hacia Francia. Sin embargo, para muchos estadounidenses, estos cambios fueron vistos como acciones simbólicas sin un impacto real.
Similares intentos los hubo durante la Primera Guerra Mundial, cuando modificaron nombres como el chucrut o sauerkraut (la col lactofermentada en alemán), por liberty cabbage y hamburguesa por liberty sandwich, aunque no tuvieron el mismo impacto.
Los insultos y estereotipos antifranceses han sido recurrentes, basados en clichés que, aunque presentes en todos los países, han contribuido a una narrativa de desagrado hacia la cultura de los galos. Esto ha fomentado tensiones y ha influido en la percepción pública de ambos países.
No obstante, los continuos períodos de admiración y cooperación, las disputas han dejado huellas profundas en la relación bilateral, generando divisiones y opiniones encontradas entre ambos pueblos.