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El plan de Massa para recuperar la confianza del mercado: desdoblamiento cambiario y guiños políticos reformistas

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Mientras disfrutaba su momento de victoria en la noche del domingo, Sergio Massa Deber haber sentido un «déja vu» de la situación que le tocó vivir hace años, cuando emergió como nuevo líder del peronismo no kirchnerista.

Esta vez también, al decretar la muerte de «la grieta», al enumerar una serie de reformas pendientes -incluyendo temas tabú como la modernización de la legislación laboral- y al convocar a los partidos moderados para compartir con él la responsabilidad de cogobernar , se recicló un sentimiento de hace una década: Massa como el político que ponga un cierre al ciclo kirchnerista.

Hace años, en un momento de autocrítica tras su derrota en la elección de 2015, Massa reconoció que se había confundido respecto de lo que él significaba para el electorado: dijo que los argentinos lo había visto como la herramienta para impedir la perpetuación de Cristina Kirchner en el podery que él había pensado que eso equivalía a que lo quisieran como presidente.

De todas formas, Massa se tomó en serio ese mandato de ponerle un freno al kirchnerismo. Porque no sólo le ganó en las legislativas de 2013 sino que, cuando llegó la hora del balotaje entre Mauricio Macri y Daniel Scioli, jugó abiertamente para la victoria del líder de lo que entonces se llamaba Cambiemos. Esa actitud le valió el reconocimiento de Macri, que lo llevó en su comitiva en el grabado viaje al foro de Davosdonde lo presentó como el líder de la oposición responsable, un hecho que valió en ese momento un comentario elogioso del entonces vicepresidente estadounidense Joe Biden.

Pero ese rol de verdugo del kirchnerismo duró poco tiempo: Massa Terminó uniéndose en el Congreso con sus ex rivales de la interna peronista. para votar la rebaja en el impuesto a las Ganancias y para frenar la reforma jubilatoria, entre otros temas que irritaron a Macri, que le colgó el mote de «Ventajita».

Una década más tarde, Massa vuelve a encontrarse en un momento bisagra: sigue convencido de que la apuesta correcta es «la ancha avenida del medio», pero esta vez llegó a las puertas de la presidencia gracias a los votos del kirchnerismo.

El viaje al foro de Davo marcó el mejor momento de la relación de Massa con Mauricio Macri, cuando el entonces presidente apostaba a un acuerdo para aislar al kirchnerismo: ¿se repite la historia diez años después?

El viaje al foro de Davos marcó el mejor momento de la relación de Massa con Mauricio Macri, cuando el entonces presidente apostaba a un acuerdo para aislar al kirchnerismo: ¿se repite la historia diez años después?

Una situación rara, dado que hace un año desde el sector afín a Cristina se lo acusaba de llevar a la práctica el mismo programa económico del macrismo -con recorte del gasto público, suba de tarifas y concesiones a los empresarios, como el dólar preferencial para los exportadores sojeros-. Fue por eso que en la etapa que culminó el domingo pasado tuvo que sobreactuar la dosis de kirchnerismo en su discurso: había que evitar una fuga de votos por izquierda, primero por el riesgo de Juan Grabois y después por el riesgo de traspaso hacia Myriam Bregman. .

Pero ahora, ya conjurado ese peligro, Massa puede darse cuenta de un gusto inesperado: frente a la misma militancia kirchnerista que hasta hace pocos meses lo votaba a desgana y sin disimular su desconfianza, proclama que «la grieta se murió», que es una forma de decretar el final del ciclo en el que toda la política argentina gravita en torno a la adhesión o rechazo Hacia la figura central de Cristina Fernández de Kirchner.

Más aún, la convocatoria a los «aliados naturales», como Juan Schiaretti, Horacio Rodríguez Larreta y la Unión Cívica Radical permite ver de dónde piensa Massa obtener el apoyo parlamentario en caso de que el bloque legislativo de Unión por la Patria -surgido de la lapicera de Cristina- no se muestre conforme cuando inexorablemente llegue la hora de desagradables, como las reformas para achicar el aparato estatal o el nuevo acuerdo con el FOndo Monetario Internacional.

La promesa de Massa para el mercado

Como hace 10 años, Massa interpretó que su rol es iniciar una nueva era en la que a él le tocará terminar con el estilo kirchnerista de confrontación permanente con «los concentrados» y retomar la tradicional alianza del peronismo con «la burguesía nacional».

Pero más que eso, la irrupción de Javier Milei lo obligó a dar un paso más: no solamente jugar el rol clásico del peronista moderado, sino transformarse directamentese en el candidato que transmite calma y predictibilidad al mercado.

Es una de las grandes paradojas de esta elección; Milei, que con su prédica libertaria se había presentado inicialmente como el candidato que representaría las ideas de la economía de mercado sin interferencia estatal, terminó siendo el que más preocupación generó. En la semana previa a la elección, cuando las encuestas lo señalaban como casi seguro presidenciable, el mercado tomaba las medidas defensivas típicas de un evento traumático.

El dólar del mercado paralelo. se había preparado para una apertura a $.1.200 en la mañana del lunes, mientras los inversores huían de los activos nominados en pesos para buscar los refugios «dólar duro», y en el Rofex los contratos de futuros marcaban una expectativa de explosión devaluatoria.

Basta con ver la reacción de los mercados del lunes para entender que en la ciudad porteña, que no se caracteriza por la abundancia de simpatizantes peronistas, el candidato que más incertidumbre causaba era Milei. Con su propuesta dolarizadora y sus frases de desprecio a la moneda nacional había generado el temor a una corrida bancaria que pudiera disparar un fogonazo inflacionario.

La salida masiva de pesos desde los plazos fijos fue atribuida al temor a las propuestas de Milei: los economistas destacaron una mejora en la cotización de los bancos tras la elección del domingo

Los indicadores del alivio post electoral

En cambio, el triunfo de Massa denotó alivio: en el Rofex hubo un desplome de las expectativas devaluatorias. Para octubre ya no se espera un final con parida de $370 sino de $350. Es decir, le cree a Massa en su promesa de sostener congelado el tipo de cambio oficial.

Para noviembre se espera un cierre a $386, compatible con una paridad móvil del 10% en el mes. Y para diciembre, ya producido el recambio de gobierno, se espera un dólar que dé un salto del 54% hasta un nivel de $595. Es un ajuste importante, pero que luce menor respecto del dólar a $950 que reflejaba el Rofex hace apenas dos semanas.

En el mercado paralelo, el «contado con liqui» tuvo una abrupta baja de 15,8% para cerrar en $935 y, a pesar de las caídas de cotizaciones en acciones y bonos, el clima que se respiró fue de relativa normalidad.

Los principales analistas del mercado especulaban con la posibilidad de que ahora se inicie un nuevo período -por lo menos hasta la segunda vuelta electoral- de paz cambiariaque lleva a los inversores a abandonar las posiciones más defensivas en dólares y pasarse a otros títulos soberanos que aparecen con precio atractivo.

Pero, sobre todo, el efecto inmediato del triunfo de Massa -o, más bien, del traspié de Mileise- se vio en el plano bancario, que venía sufriendo una salida acelerada de depósitos desde los plazos fijos -casi $2 billones desde la fecha de las PASO-.

«Los bancos argentinos cotizantes en Nueva York subieron en torno a un 3%, percibiendo un menor grado de riesgo en lo relativo a una reestructuración forzosa de los pasivos en pesos»señaló un informe de la consultora LCG, en alusión a las versiones que habían corrido sobre el riesgo de que se aplicara una variante del célebre Plan Bonex de 1990.

El desafío de mostrarse «market amigable»

Claro que el hecho de que haya otro candidato que, por sus posturas audaces y radicalizadas, haya generado pánico entre los inversores, no significa que, de por sí, Massa se haya transformado automáticamente en el candidato «market amigable».

De hecho, uno de los principales temores es que, en un nuevo esfuerzo por congraciarse con la base de apoyo peronista, el ministro/candidato continúa inyectando liquidez al mercado, agravando el costo fiscal de 1,5% del PBI que ya costó el » Plan Platita» de la primera vuelta. Y hay analistas que atribuyen la caida de los bonos soberanos en dolares -perdieron 6% en el mercado global- a la posibilidad de que en el corto plazo haya un deterioro más marcado de las cuentas fiscales.

Es por eso que uno de los indicadores que se seguirán con lupa es el de la inflación semanal, de manera de determinar si, como afirmó el viceministro Gabriel Rubinsteinse está desacelerando el ritmo de aumentos, al punto que el IPC de octubre volverá al escalón del 7%, o si continúa en la espiral ascendente.

Con la generalización del incentivo cambiario a la exportación, Massa convalida en los hechos un desdoblamiento cambiario

Por otra parte, la política de congelar el tipo de cambio oficial generó muchas críticas. Lo más común es que agravará el retraso del cambio, dado el alto nivel de inflación reinante. Y no sólo eso, sino que es posible que la brecha con el dólar paralelo también se agrande, porque esas cotizaciones seguirían, aunque fuera parcialmente, a la evolución de los precios de la economía.

Esta situación genera la expectativa de que la corrección devaluatoria será inexorable, y con un salto más brusco. Por eso, el desafío de Massa es contraponer a esas muestras de desconfianza medidas que infundan la sensación de que tiene la situación financiera bajo control.

Ya hubo un primer paso en ese sentido, con la generalización de un dólar exportador, que permite que el 30% pueda ser liquidado al precio del «contado con liqui». Según estimó el analista Salvador Vitelliesa ecuación llevará el dólar al entorno de $530.

Casualmente, es el precio que Carlos Melconian Había calculado que debería cotizar el tipo de cambio «de mercado» luego de la elección. Esto demuestra que Massa impondrá, hasta las elecciones, un desdoblamiento cambiario de hechocon un tipo de cambio oficial de $350 para las importaciones que hará de «ancla» para el resto de los precios, y otro encima de los $500 para incentivar el ingreso de divisas en un momento de necesidad aguda del Banco Central.

Es cierto que los u$s6.500 millones del swap chino trajeron alivio para el corto plazo -y, de hecho, gracias a ese acuerdo Massa podrá cumplir con el pago de la cuota de u$s2.700 millones con el FMI- pero Eso no cambia el panorama de reservas negativas del BCRA, que ya están en el entorno de u$s10.000 millones.

Una de las interrogantes que se mantienen en el mercado es si el FMI efectivamente cumplirá la promesa de hacer en noviembre el segundo desembolso previsto en el acuerdo firmado en julio. Son más de u$s2.000 millones, con los que se garantizaría el cumplimiento del calendario de pagos, pero el ojo del FMI por la laxitud fiscal de Massa en «modo electoral» trajo dudas sobre si el pago seguirá en pie.

Lo cual demuestra que, aunque no vote el 12 de noviembre, el staff del FMI también forma parte del público al que Massa tratará de persuadir de que él es, en este momento de la Argentina, el verdadero candidato «market amigable» que, tras haber llegado al poder con los votos del kirchnerismo, llevará a cabo la agenda de reformas estructurales.

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