Sergio Massa empezó a diseñar un plan de contingencia. Inmerso en la vorágine que dejó otra semana de corrida cambiaria e inflación récord, su equipo evalúa «todos los escenarios después de las elecciones. Siempre tratamos de estar preparados», aseguran en un despacho del Ministerio de Economía con acceso restringido.Las fichas siguen puestas en meterse en la segunda vuelta y atravesar otro mes de indefiniciones, tensión e inestabilidad. ¿Y si gana Javier Milei en primera vuelta? «Son planes que no vamos a publicar», deslizan en el Palacio de Hacienda. La hipótesis es que, sea cual fuera el resultado electoral, se «despeja» la incertidumbre. No fue lo que ocurrió en las PASO. El lunes 14 de agosto, después de la victoria apretada de Milei, los bonos se hundieron un 15% y el tipo de cambio oficial pegó un salto del 22%. El argumento oficial es que el resultado fue «diferente al esperado». Y si ahora el mercado lo toma «bien o mal», creen que igualmente están «preparados».Por estas horas, todas las expectativas están puestas en conseguir divisas que permitan contener el dólar y evitar una nueva devaluación. En medio de la tensión con el Fondo, la apuesta es que China autorice el uso de un nuevo tramo del swap por el equivalente a otros US$ 5.000 millones para pagar importaciones.Esos yuanes extra le darían cierto oxígeno al Banco Central, ya que le permitirían ahorrar dólares para otros fines, como la intervención en el mercado de cambios o la contención de los dólares paralelos. «Buscamos recursos para poder intervenir si la gente se pone nerviosa», confirmaron en Economía. Miguel Pesce, el presidente del Banco Central, viajó a China junto a Alberto Fernández por este motivo. Ese escenario ya empezó a materializarse desde fines de septiembre, con la aceleración inflacionaria, la huida del peso y el recalentamiento del dólar. Desde entonces, el blue saltó un 30% a $ 980 y el Banco Central perdió US$ 2.000 millones de sus reservas. La intención es que el swap sirva para «calmar el dólar».Fernández y Pesce, viajaron el jueves a la media noche a China con la misión de activar el segundo tramo del swap, liberar unos US$ 500 millones para las represas patagónicas y destrabar el financiamiento del nuevo banco de los BRICS.El Gobierno también aguarda desembolsos de organismos, como el BID y la CAF. Y del último desembolso del FMI, según fuentes oficiales, conserva DEGs por casi US$ 2.000 millones, fondos que solo pueden utilizarse con el organismo y que son insuficientes para pagarle US$ 3.400 millones que vencen el 1 de noviembre.Argentina ya postergó los vencimientos del mes para el 31 de octubre con la finalidad de evitar una mayor caída de reservas antes de las elecciones. Pero la medida contemplada en las normas del Fondo no alcanzó para despejar la «bola» de pagos. Para cubrir ese bache, dependería de la ayuda externa o del propio organismo.Eso fue lo que ocurrió entre junio y agosto, cuando el Gobierno usó yuanes y recurrió a préstamos «puente» (CAF, China y Qatar) para cancelar vencimientos con el FMI. Massa optó por esa alternativa ante el rechazo de Washington a adelantar desembolsos, recursos que liberó recién después de la devaluación que exigía el Fondo.Al igual que entonces, los yuanes podrían servir en caso de necesidad para atender obligaciones con el organismo, evalúan en despachos oficiales. China volvería así a cumplir un rol de prestamista de última instancia en medio de la presión del Fondo a la para corregir «desvíos» y aplicar medidas más «restrictivas».El próximo desembolso, de casi US$ 3.300 millones, está previsto para noviembre si Argentina aprueba la auditoría. Es probable que estas cuestiones sean motivo de discusión en la asamblea del FMI en Marruecos, adonde viajó el jueves el vicepresidente segundo del Banco Central apuntado por Massa, Lisandro Cleri.
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