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En la escuela de jaguares de México, los grandes felinos aprenden habilidades para regresar a la naturaleza

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  • En Oaxaca, al sur de México, un equipo multidisciplinario está lanzando un programa para devolver a los gatos monteses rescatados a su hábitat natural.
  • El programa está a cargo de la fundación Jaguares en la Selva en el santuario Yaguar Xoo, donde se han diseñado dos recintos de vida silvestre para que jaguares y pumas aprendan a cazar y sobrevivir por sí solos.
  • En 2021, el programa liberó con éxito a dos jaguares y actualmente está trabajando para reintroducir dos jaguares más y tres pumas en sus hábitats naturales.

En los pastizales de Yagul, en los valles centrales del estado de Oaxaca, en el sur de México, un jaguar se abre paso entre los arbustos. Se detiene de repente, agacha la cabeza y agudiza la mirada, acechando. Con los ojos puestos en su objetivo, se abalanza sigilosamente sobre él. Sólo una corta carrera y un salto antes de que la presa del jaguar esté en sus fauces.

Suena como una escena de caza en la naturaleza, pero éste es un ejercicio planificado por un equipo de biólogos, veterinarios y etnólogos. La presa no es un animal vivo, sino un saco de yute relleno de carne de pollo, colgado del extremo de un palo.

El ejercicio tiene como objetivo alentar al jaguar a reaprender el comportamiento de su vida anterior en la naturaleza: usar su sentido del olfato para localizar su objetivo, sus garras y músculos para trepar al poste, y su mordida y peso para romper la cuerda que lo ata. bolsa rellena de pollo juntos. Sólo así podrá acceder a su premio.

“Este tipo de ejercicio mantiene activos a los jaguares y reduce el impacto del cautiverio y el sedentarismo, que puede causar estrés y obesidad”, dice Víctor Rosas Cosío, experto en jaguares y director de proyectos del santuario Yaguar Xoo, ubicado a 35 kilómetros (22 millas) de la ciudad de Oaxaca, la capital del estado.

Un jaguar caza un conejo en el santuario. Imagen cortesía de Andrea Reyes/Fundación Jaguars in the Wild.

Por ahora, el único objetivo del ejercicio es mantener sano a Balam. Este joven jaguar (Panthera onca) fue capturado cuando era un cachorro cerca del pueblo de Matías Romero en Oaxaca; después de un año y medio en una pequeña jaula, fue incautado por las autoridades ambientales de México y llevado al santuario Yaguar Xoo.

Uno de los objetivos del santuario es preparar varias especies de gatos monteses para regresar a sus hábitats naturales, lo cual se hace a través de un programa especialmente diseñado.

La idea de que los humanos enseñen a los jaguares a comportarse como jaguares puede parecer inusual, pero es parte de una tendencia de conservación en la que los animales confiscados que han sido víctimas del tráfico de vida silvestre o que nacieron en cautiverio se reintroducen en su hábitat natural. Se pueden encontrar programas de reintroducción en todo el mundo para especies que van desde ranas y orangutanes hasta leones, ajolotes e incluso peces.

En México, Rosas Cosío y un equipo de científicos de diversas áreas han liberado con éxito dos jaguares, y actualmente están trabajando para reintroducir otros dos jaguares y tres pumas (puma concolor).

Para apoyar este compromiso se creó en 2015 la Fundación Jaguares en la Selva, que preside Rosas Cosío. A través de un convenio de colaboración, la fundación desarrolla sus actividades en las instalaciones del santuario Xoo Jaguar, un espacio Inaugurado originalmente en 2000 para cuidar de animales salvajes incautados.

Un jaguar reintroducido en la naturaleza en 2021. Imagen cortesía de Andrea Reyes/Jaguars in the Wild Foundation.

Simuladores de vida silvestre

A principios del siglo XX, había cerca de 40.000 jaguares deambulando por México; hoy, ese número se ha reducido a sólo 4.800. La caza furtiva, las matanzas en represalia por la muerte del ganado y la expansión de la agricultura y los pastos para el ganado en áreas forestales son responsables de una disminución de casi el 88% en la población de grandes felinos.

Históricamente, los jaguares se podían encontrar en las montañas y las costas del Atlántico y el Pacífico de México, desde Chiapas en el sur y Quintana Roo en el este, hasta Sonora en el norte y Tamaulipas en el noreste. También ocurrieron en un corredor a lo largo del Eje Neovolcánico, la cadena montañosa que atraviesa el centro del país. Aunque esta distribución ha persistido en gran medida, la pérdida de población y hábitat ha provocado una disminución del 40% en el territorio del jaguar y ha fragmentado lo que queda, aislando poblaciones y comprometiendo su diversidad genética, entre otras cosas.

“Una estrategia de reintroducción como la que desarrollamos aquí tiene el potencial de repoblar o fortalecer las poblaciones de jaguar en lugares donde quedan muy pocos”, dice Rosas Cosío, refiriéndose al norte de México donde la industria agrícola y ganadera ha contribuido a una disminución considerable de la población. poblaciones de gatos monteses.

Maximus es un jaguar melánico rescatado que vive en el santuario. Imagen cortesía de Andrea Reyes/Fundación Jaguars in the Wild.

Para enseñar a los jaguares a comportarse como jaguares, el santuario cuenta con dos simuladores de vida silvestre: áreas deliberadamente aisladas de cualquier contacto humano que recrean lo mejor posible todas las condiciones del hábitat en el que serán reintroducidos los jaguares.

Los simuladores están rodeados por vallas de casi 5 metros (16 pies) de altura, que están cubiertas de plástico negro para evitar que quienes están dentro vean hacia afuera y quienes están afuera ven hacia adentro. Encierran paisajes de madrigueras y colinas, con parlantes que transmiten sonidos artificiales destinados a imitar los que se escuchan en el hábitat original de los animales. Los biólogos a cargo del proyecto suministran presas vivas similares a las especies que los jaguares cazan en estado salvaje para alimentarse, como conejos, pecaríes y venados de cola blanca.

En ciclos que pueden durar de uno a cuatro años, dependiendo de factores como la edad, la condición física y el comportamiento, los jaguares primero se familiarizan con la presencia de otros animales vivos y poco a poco desarrollan una relación depredador-presa con ellos. Estas lecciones lo muestran todo, desde jaguares intimidados por un pecarí o heridos por la patada de un venado.

“El programa de reconstrucción aborda las áreas conductuales, físicas y cognitivas de los jaguares”, dice el biólogo Roberto Velásquez. “De esta manera, construimos conocimiento desde abajo hacia arriba, confrontamos hipótesis y rompemos patrones mediante prueba y error”.

The Jaguares en la Selva technical team. Image courtesy of Iván Reyes.

Un equipo de científicos monitorea la reconstrucción de los animales desde ventanas ocultas en puntos estratégicos del simulador o desde cámaras de videovigilancia alrededor de su perímetro. Con sólo 0,5-0,6 hectáreas (1,2-1,5 acres), estos recintos son una pequeña fracción de las 75.000 hectáreas (185.000 acres) que un jaguar macho puede considerar su territorio, pero se parecen a las áreas de reproducción que los grandes felinos pueden tener en lo salvaje.

Los criterios de admisión para que un jaguar ingrese al simulador de vida silvestre son muy rigurosos y no todos los animales son candidatos para la reconstrucción y liberación. Por ejemplo, algunos jaguares han perdido sus colmillos o son demasiado mayores para cazar, lo que significa que no sobrevivirían en la naturaleza. Otros que nacieron en cautiverio tienen altos niveles de endogamia, lo que significa que son el resultado del apareamiento entre jaguares emparentados y, por lo tanto, tienen una variabilidad genética reducida, lo que los hace susceptibles a enfermedades congénitas que los perjudicarían en la naturaleza.

En colaboración con el Laboratorio de Genética Molecular de la Universidad de Sierra Juárez, se analiza el ADN de los jaguares candidatos, seleccionándose jaguares que tienen el mismo perfil genético que las poblaciones nativas de México para el programa de reintroducción.

Un jaguar rescatado que ahora vive en el santuario. Imagen cortesía de Andrea Reyes/Fundación Jaguars in the Wild.

Celestún Petén and Nicté Ha, a conservation milestone

Si bien el santuario Yaguar Xoo ha acogido y albergado a gatos monteses desde su creación en 2000, sus contribuciones a la ciencia de la conservación fueron modestas en sus primeros 15 años. El santuario sirvió principalmente como centro de envío de animales incautados por la PROFEPA, la máxima autoridad de protección de la vida silvestre de México. Eso significaba que el santuario acogía no sólo jaguares, sino también leones, tigres y pumas de circos, zoológicos o hogares donde habían sido mantenidos como mascotas.

Con el paso de los años, los responsables del santuario decidieron centrarse en los jaguares, pero hoy todavía alberga dos leones africanos (pantera leo), un tigre de Bengala (Panthera tigris), un gato montés (lince rufus), una oncilla (tigre leopardo) y un ocelote (leopardo leopardo). Estos animales permiten que el santuario enseñe a los visitantes las diferencias entre los gatos monteses del mundo.

En octubre de 2016, para entonces bajo el liderazgo de Jaguares en la Selva, el santuario acogió a dos jaguares que representaron una oportunidad única. Celestún Petén y Nicté Ha fueron dos cachorros hembras encontrados pocos días después de nacer cerca de un pastizal en la localidad de Centauros del Norte, en la Reserva de la Biosfera de Calakmul, en el estado de Campeche.

Celestún Petén y Nicté Ha llegaron al santuario en 2016. Imagen cortesía de Andrea Reyes/Jaguars in the Wild Foundation.

La autoridad de parques nacionales de México, CONANP, puso a los cachorros bajo custodia de Jaguares en la Selva, quien los trasladó a sus instalaciones en Oaxaca. La organización puso en marcha un plan de trabajo que culminó en 2021 con la reintroducción de ambos animales a las selvas de Quintana Roo.

La exitosa liberación de estos jaguares, rescatados a temprana edad, marcó un hito y llamó la atención de investigadores dentro y fuera de México. “Fue un caso inusual porque los jaguares eran muy pequeños, así que tuvimos que cambiar nuestra mentalidad sobre lo que se podía y no se podía hacer, y estos jóvenes jaguares sentaron un precedente”, dice Andrea Reyes, responsable de Jaguares en la Selva. documentación audiovisual.

El proceso no fue fácil. Rosas Cosío y su equipo tuvieron que crear protocolos, a veces desde cero, para las cinco etapas en las que dividieron el trabajo con los jaguares: maternidad, destete, desarrollo, rehabilitación y liberación. El primero fue el más crítico, pues los cachorros fueron encontrados deshidratados y sin su madre.

La solución fue crear una madre de utilería: una almohada de felpa con estampados de jaguares en la que se escondían los biberones, dejando solo las tetinas sobresaliendo como pezones. Para mayor realismo, frotaron la almohada sobre el cuerpo de un jaguar adulto para captar algo de su aroma.

Celestún Petén y Nicté Ha. Imagen cortesía de Andrea Reyes/Fundación Jaguars in the Wild.

Durante estas cinco etapas, el proceso fue gradual y cuidadoso. Primero, a Celestún Petén y Nicté Ha se les presentó carne en la forma en que se la proporcionaría su madre biológica. Luego les daban animales muertos, pero no desollados, para que aprendieran a trabajar para ganarse la comida. Después de cuatro meses se produjo un gran cambio, con la introducción de animales vivos, que continuó hasta llegar a la gran pregunta de si podrían vivir en estado salvaje: cazar y matar (mordiendo) animales grandes.

Luego de su graduación de la escuela de jaguares en Oaxaca, mientras el mundo entero enfrentaba la pandemia de COVID-19, los jaguares fueron transportados de regreso a la Península de Yucatán a bordo de un avión de la Armada de México en noviembre de 2020. Permanecieron allí durante cuatro meses dentro de un simulador construido en el interior. el hábito, antes de ser liberado con éxito en marzo de 2021 tras una evaluación médica y sanitaria positiva.

Utilizando collares de rastreo, el equipo técnico de Jaguares en la Selva documentó que ambos jaguares primero se movían juntos antes de separarse; Posteriormente, ambos cruzaron caminos rurales y pavimentados, incluso hacia el estado de Yucatán, antes de regresar a Quintana Roo. También entraron y salieron del área natural protegida de Yum Balam.

“Actualmente, la única forma de saber si todavía están vivos es a través de fotografías tomadas con cámaras trampa colocadas en áreas cercanas al lugar de liberación”, dice Reyes. El equipo dejó de monitorear a los dos jaguares en julio de 2021 y sus collares fueron liberados mediante un mecanismo automatizado. Hasta la fecha, la organización no cuenta con fotografías de los jaguares tomadas con cámaras trampa.

Las dos hembras de jaguar fueron liberadas en Quintana Roo en 2021. Imagen cortesía de Andrea Reyes/Jaguars in the Wild Foundation.

Lecciones aprendidas del abuelo Jaguar

El dominio del principal depredador felino de América se extiende desde Arizona y Nuevo México en Estados Unidos hasta el norte de Argentina. En su recorrido recorre zonas tropicales al nivel del mar, valles y desiertos, y bosques de pinos y encinos. ts a 3.000 metros (9.800 pies) sobre el nivel del mar. Los jaguares corren, nadan, trepan a los árboles y comen de todo, desde roedores hasta peces y cocodrilos.

Ayudan a crear un ecosistema saludable; Como máximo depredador en la cadena alimentaria, los jaguares mantienen bajo control las poblaciones de presas que, de otro modo, se convertirían en un problema para otros animales o especies de plantas si se les permitiera prosperar sin control.

Para muchos pueblos indígenas de América, el jaguar está arraigado en su mitología y es una deidad. Forma parte fundamental tanto de su cultura como de su cosmovisión, algo que es muy claro en Oaxaca, el estado con mayor diversidad biológica y étnica de México.

Aquí, una historia en particular ha dejado una huella en el trabajo de conservación del jaguar, combinando ciencia, cultura y misticismo: la historia del “jaguar de la luz”.

Era el año 2004, y la comunidad indígena chinanteca de Cristo Rey La Selva, en la región de Chinantla, acababa de perder 40 cabezas de ganado por un solo jaguar. La comunidad decidió en asamblea que era necesario eliminar al jaguar. Entonces un grupo de la comunidad se propuso matarlo una noche. Pero cuando encontraron al jaguar, cuenta la historia, fueron cegados por una luz que emanaba de él, por lo que arrojaron sus armas y huyeron. Cuando informaron a la asamblea lo sucedido, los ancianos concluyeron que debía tratarse del Abuelo Jaguar, un animal sagrado que, según el mito, había acompañado al fundador de la comunidad siglos atrás y por lo tanto no podía ser asesinado.

“Abuelo Jaguar”, un animal capturado en 2004 y liberado poco más de un año después. Imagen cortesía de Comunicación Ojo de Agua.

Como resultado, cambiaron su estrategia y decidieron atrapar al jaguar, lo que lograron mediante una trampa. Unos días después, con el jaguar asegurado en una jaula, la comunidad llegó a un acuerdo con la PROFEPA, la agencia de conservación de vida silvestre, para poner al animal al cuidado del santuario de jaguares dirigido por Víctor Rosas Vigil, padre de Víctor Rosas Cosío.

Al santuario, investigadores y funcionarios acudieron a ver al jaguar, pero éste era insociable y no reaccionaba bien a los visitantes, arrojándose contra la cerca de malla y lastimándose la cara. Al final, la comunidad de Cristo Rey La Selva pidió que les devolvieran el jaguar. Uno de sus hombres había caído enfermo durante la ausencia del jaguar y dijeron que temían que el jaguar se hubiera llevado su alma y por lo tanto necesitaba ser devuelto.

El 17 de diciembre de 2005, con el apoyo de científicos y funcionarios, el jaguar fue reintroducido en los bosques de Chinantla donde fue encontrado. Había permanecido en cautiverio durante 14 meses. Los lugareños lo recibieron con un ritual que incluía velas y flores, pidiéndole al jaguar que permaneciera en el bosque y no dañara a su ganado. Fue liberado cerca del río Cajonos, con un collar de seguimiento que registraba sus movimientos tras su liberación. El regreso del jaguar a la comunidad chinanteca no solo marcó el nacimiento de una nueva leyenda, sino que también creó una ruta biocultural para que los investigadores de conservación del jaguar en Oaxaca observaran la profunda interconexión entre los ecosistemas y los pueblos indígenas.

“Aunque ya existía un registro científico previo, el jaguar de la luz fue muy significativo en términos mediáticos y no sólo reflejaba la presencia de jaguares en Oaxaca, sino también la importancia y el papel que estaban jugando las comunidades locales en su conservación, así como la popularidad del jaguar y aspectos bioculturales”, dice el biólogo Fernando Mondragón, quien fue asesor técnico de la comunidad chinanteca en temas de conservación durante el proceso de reubicación del Abuelo Jaguar.

Autano, un jaguar que fue rescatado y ahora vive en el santuario. Imagen cortesía de Andrea Reyes/Fundación Jaguars in the Wild.

Nueva generación, nuevos desafíos

Cachicamo y Lamanai son un hermano y una hermana que actualmente están en proceso de reintroducción en la naturaleza. Ambos jaguares llegaron al santuario el 22 de marzo de 2020, pocos días después de que se declarara la pandemia de COVID-19. Como ocurre prácticamente con todo después de este punto, los planes para su reeducación y liberación se vieron inmediatamente interrumpidos, incluida la financiación.

Hasta la fecha, el gobierno mexicano aún no ha brindado ningún apoyo para su liberación y reubicación, por lo que los hermanos jaguar, que ahora tienen 4 años, permanecen en el simulador de vida silvestre más con fines de documentación científica que como preparación para su liberación.

Se necesitan 10 kilogramos (22 libras) de carne al día para alimentar a cada uno de los 15 jaguares adultos del santuario. Para presas salvajes, como un venado vivo para los simuladores de vida silvestre, puede costar hasta 20.000 pesos (1.000 dólares), además de transportar uno desde una unidad de gestión ambiental con certificación oficial. Esta presión financiera ha obligado a Rosas Cosío y su equipo a subastar arte donado por artistas locales (incluido el famoso maestro Francisco Toledo) para recaudar fondos para su trabajo.

Uno de los jaguares siendo entrenado en el simulador de vida silvestre. Imagen cortesía de Andrea Reyes/Fundación Jaguars in the Wild.

Más suerte han tenido tres pumas, dos hembras y un macho, que llegaron al santuario en abril de 2022 y ahora viven en uno de los simuladores de vida silvestre. Ese mismo año, la junta directiva del equipo de fútbol de la Universidad Nacional Autónoma de México, conocido como Los Pumas, les otorgó apoyo económico, asegurando su regreso a la naturaleza. Se espera que los pumas (Lontla, Sama y Dasai, todos de 2 años) regresen a su hábitat natural en la región de la Huasteca del estado de Hidalgo, en el centro de México, en algún momento de 2025.

Jaguares en la Selva es parte de la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar y recibe el apoyo de empresas, artistas y la comunidad científica tanto dentro como fuera de Oaxaca. Sin embargo, a pesar de sus éxitos y reconocimiento, continúa enfrentando grandes problemas en el desempeño de su trabajo.

Por ejemplo, una noche de octubre de 2023, sujetos no identificados irrumpieron en las instalaciones del santuario y robaron desde artesanías hasta instrumentos científicos, incluidas las pantallas que los científicos usaban para monitorear los simuladores de vida silvestre. También prendieron fuego a las instalaciones al salir, reduciéndolas a cenizas.

“Por supuesto esto nos afecta a nosotros y a los animales, que no nos pertenecen a nosotros, sino al país”, afirma Rosas Cosío.

Un jaguar que fue reintroducido en la naturaleza. Imagen cortesía de Andrea Reyes/Fundación Jaguars in the Wild.

Las claves para la conservación del jaguar

Juan Pablo Esparza, investigador de la Universidad de Guadalajara y experto en ecología y conservación felina, reconoce la importancia de los “ejercicios pioneros” que llevan a cabo organizaciones como Jaguares en la Selva para la reintroducción de estos animales en la naturaleza. Sin embargo, dice que es necesario hacer más hincapié en abordar las principales causas por las que los gatos monteses necesitan ser rescatados y rehabilitados en primer lugar: la pérdida de hábitat y los enfrentamientos con los humanos.

“A menudo, el problema no es que nos falten jaguares, sino que sus hábitats están siendo destruidos y ellos encuentran conflictos con los humanos. Necesitamos condiciones sociales para que los humanos puedan coexistir con ellos”, dice Esparza, y agrega que, no obstante, la reconstrucción y la reintroducción tienen un gran impacto social positivo al poner a los jaguares en el ojo público, lo que puede cambiar actitudes.

A más de 6.000 kilómetros de Oaxaca, en el Pantanal brasileño, coincide con Esparza Paul Raad, veterinario e investigador de la Universidad Estadual Paulista. Para Raad, que trabaja en la parte del mundo con mayor concentración de jaguares, está claro que los agricultores no dejarán de matar a los grandes felinos si no cuentan con apoyo financiero para implementar medidas que protejan a su ganado.

Azúcar, uno de los jaguares al cuidado del santuario en Oaxaca. Imagen cortesía de Andrea Reyes/Fundación Jaguars in the Wild.

Como coordinador del proyecto de convivencia entre humanos y vida silvestre de la organización Ampara Animal, trabajando en la Pousada Piuval, Raad descubrió que las cercas eléctricas pueden reducir las muertes de ganado relacionadas con el jaguar en un 95%.

“Nuestro mayor desafío ahora es lograr que se apruebe una ley que nos apoye ofreciendo a los agricultores incentivos que sean favorables al jaguar porque pro jaguar significa pro salud”, le dice Raad a Mongabay Latam por teléfono. “Como veterinario, mi primer argumento es más cierto que nunca después de la pandemia de COVID-19: los jaguares son esenciales en los ecosistemas ya que controlan especies que son potenciales huéspedes de parásitos y vectores, lo que significa que los jaguares pueden ayudar a controlar posibles nuevas pandemias”.

De vuelta en Oaxaca, en la región de Chinantla, la relación entre humanos y jaguares se refleja en cada una de las seis comunidades que conforman el Comité de Recursos Naturales del Alto Chinantla (CORENCHI), donde los jaguares figuran en proyectos de conservación del bosque nuboso. Los agricultores de Chinantla dicen que le deben mucho a los jaguares, pues reconocen que controlan especies “dañinas” que se comen sus cultivos, como el tejón, la paca, el pecarí o la corzuela centroamericana.

Mondragón, biólogo asesor de la comunidad indígena y director de la organización de la sociedad civil Geoconservación, destaca cómo estas comunidades realizan concursos por las mejores fotografías y videos de jaguares capturados con cámaras trampa. Toda esta actividad ha fomentado un sentido de pertenencia y orgullo por la presencia de jaguares, afirma.

Biólogo Domingo Mendoza. Imagen de Iván Reyes.

No es coincidencia que Chinantla forme parte de un corredor que alberga algunas de las poblaciones de jaguares más densas de México.

“Más allá del monitoreo biológico, existe la necesidad de documentar más la relación que los jaguares tienen con los humanos en el sentido positivo y biocultural, las lecciones que les están enseñando y los procesos que muchas comunidades tienen para conservar sus bosques a través de la conservación del jaguar”. Dice Mondragón.

Esta relación positiva con los jaguares, aún no muy conocida, es lo que anima a varios biólogos, entre ellos Domingo Mendoza, miembro del equipo científico que trabaja en el santuario.

Mendoza es tan cercano a los jaguares rescatados que conoce cada una de sus personalidades y hábitos, así como su progreso en el aprendizaje de las habilidades que eventualmente les permitirán regresar a la naturaleza.

En este santuario escolar el hombre también adquiere nuevos conocimientos. Mendoza lo resume con entusiasmo: “Tenemos la suerte de poder aprender también de estos animales y de ser parte de una generación que está cambiando la forma en que los humanos nos relacionamos con ellos. Es un momento muy interesante en la historia de esta relación”.

Imagen de portada: Celestún Petén y Nicté Ha, dos jaguares que fueron reintroducidos a su hábitat natural en 2021. Imagen cortesía de Andrea Reyes/Jaguars in the Wild Foundation.

Esta historia fue publicada por primera vez. aquí en español el 8 de abril de 2024.

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