Mauricio Vázquez, un indígena cristiano del sur de Chiapas, en Méxicoy su familia vivieron persecución por ser cristianos. Desde muy joven Mauricio ha trabajado en el campo. Sus padres le enseñaron a trabajar la tierra y desde entonces, como la mayoría de los indígenas de la región, ha dedicado su vida a sembrar frijol, café, hortalizas y cebollino. “Ésta es la fuente de ingresos para alimentar a mi familia”, afirmó. En 2022, su fe en Jesús fue la razón por la que la comunidad le quitó su certificado agrario, documento que garantiza la propiedad de la tierra en la región y le permite trabajar como agricultor.
“La persecución comenzó cuando acepté al Señor Jesús. Primero, las autoridades comunitarias intentaron quitarme el título de propiedad de mi tierra. Luego me quitaron el certificado para que no trabajara en mi tierra, nos detuvieron a mí y a mi esposa por 24 horas y finalmente nos prohibieron el acceso al agua potable y a los servicios públicos. Pasamos siete meses así”, dijo Mauricio al recordar los momentos en los que su vida cambió para siempre.
En su comunidad, los líderes tradicionales prohíben el cristianismo. La única religión permitida es la versión del catolicismo enseñada por los líderes de la Iglesia Católica y cualquiera que crea algo diferente puede enfrentar consecuencias nefastas, incluyendo encarcelamiento, linchamiento, expropiación de tierras, interrupción del suministro de servicios básicos e incluso el exilio.
“Para creer en Dios hay que adorar imágenes y participar de las tradiciones. La comunidad cree que deberían rezar a los santos para que envíen lluvia y celebrar fiestas tradicionales. Hay un acuerdo de que si alguien abandona la fe católica debe abandonar el territorio y la comunidad. Piensan que nuestra fe no viene de Dios y que estamos engañando a la gente para conseguir su dinero”, explica.
Resistir la persecución
Renunciar al evangelio o abandonar la comunidad fue una amenaza constante durante meses. Cada vez que alguien veía a Mauricio y su familia se burlaban o amenazaban. Los miembros de la comunidad también dijeron que debería pagar una multa de 1.205 dólares por romper el acuerdo de creer sólo en la religión católica. “No quería renunciar a mi fe porque, cuando buscaba a Dios en las tradiciones, no obtenía resultados. Esto sólo pasó cuando realmente encontré al Dios vivo, que sanó a mi hija después de un accidente que casi la mata”, dijo Mauricio.
Fue un momento difícil debido a las constantes oleadas de amenazas y acoso por parte de la comunidad. “Todos sufrimos mucho. Nos amenazaron y, después de eso, mis hijos tenían mucho miedo de salir de casa y mi esposa estaba muy estresada cuando necesitaba conseguir agua potable. Fuimos completamente ignorados. A nadie en la comunidad se le permitió hablar con nosotros”, añadió.
En 2022, durante un servicio de acción de gracias en la casa de Mauricio, un hermano, al enterarse de su situación, le sugirió buscar a Portas Abertas. “Cuando la organización se enteró de nuestra situación, empezaron a ayudarnos. Nos dieron comida mientras todo se solucionaba y nos presentaron a un abogado que tomó nuestro caso y luchó por la restitución de mi título de propiedad”, dijo Mauricio.
Gracias a las gestiones del abogado, Mauricio y su familia pudieron permanecer en la comunidad y, luego de unos meses de asesoría jurídica, lograron que les restituyeran su certificado agrario. Aunque la comunidad se negó a devolverlo a menos que Mauricio renunciara a su fe, el abogado hizo un nuevo pedido al alcalde y a la delegación de gobierno para que reciba un nuevo certificado con la misma validez. Además, Portas Abertas ayudó a iniciar un diálogo entre Mauricio y su comunidad para llegar a un acuerdo.
Fuente: Puertas Abiertas