La situación esta vez fue mucho más crítica porque afectó a servicios de todo tipo, desde empresas y gobiernos de distintas partes del mundo con una magnitud impresionante.
Esto nos hace comprender cuán dependientes somos de un grupo restringido de empresas tecnológicas y cómo esta configuración impacta directamente en la gobernanza global.
Incluso si una aerolínea india o el servicio de salud pública del Reino Unido adoptaron las mejores prácticas de gestión de TI, terminaron sufriendo las consecuencias de trabajar con una empresa estadounidense de ciberseguridad que era una de las referencias en el área.
Brasil se vio menos afectado que otras regiones porque la empresa CrowdStrike no tiene una operación tan sólida en nuestra región. Sin embargo, esto no significa que seamos autosuficientes en tecnología. Brasil, como gran parte del mundo, depende de los proveedores de servicios estadounidenses, ya sean de nube o de otro tipo.
No se puede hablar del mercado tecnológico sin tener en cuenta su alta concentración. Cuando Internet empezó a hacerse popular, una de las preocupaciones era mantener la red lo más descentralizada posible para que fuera un entorno estable y resiliente. Hasta cierto punto, este resultado se ha logrado. No es de extrañar que lo llamemos redes de redes.
El problema es que todo lo que corre sobre esta infraestructura no sigue la misma lógica. Las principales plataformas de redes sociales encapsulan todo el tráfico dentro de sus dominios. Los dos principales sistemas operativos de los teléfonos inteligentes son de dos empresas estadounidenses, Google y Apple. Los mayores servicios de computación en la nube provienen de grandes empresas tecnológicas, como Amazon y Microsoft.
Discutir la soberanía de una nación sin tener en cuenta la dependencia tecnológica es la comidilla de quienes no entienden las dinámicas de poder de los tiempos contemporáneos. Sé que no es trivial reducir esta asimetría de poder, pero el tema debe estar en la mesa de discusión.
Leí en un artículo del «South China Morning Post» que, si bien los hoteles internacionales y las empresas extranjeras sufrieron el apagón del país, los chinos estaban orgullosos de que toda su infraestructura nacional crítica, desde las aerolíneas hasta los bancos chinos, se mantuviera intacta.
Recuerdo que China ha tenido una política de intercambio de software extranjero por sustitutos nacionales en el gobierno durante algunos años.
Ningún otro país tiene la capacidad de innovación que tiene China, lo sé, pero eso no significa que no debamos buscar alternativas para reducir estas disparidades. El primer paso es reconocer que hoy vivimos en una situación de total dependencia tecnológica de otros países, lo que no siempre trae consecuencias deseables.
Opinión
Texto en el que el autor presenta y defiende sus ideas y opiniones, basándose en la interpretación de hechos y datos.
** Este texto no refleja necesariamente la opinión de UOL.
