Conforme Donald Trump avanza en la composición de su gabinete con algunos aspirantes que inspiran verdadero terror como Robert F. Kennedy, un escéptico de la vacunación, en Salud; Pete Hegseth, comentarista de televisión acusado de asalto sexual, como secretario de Defensa; Matt Gaetz, investigado por ofensas sexuales, drogadicción y obstrucción de la justicia, como procurador general de Justicia; a Tulsi Gabbard, compañera de viaje de Vladimir Putin y del dictador sirio Bashar al Asad, como directora de los servicios de Inteligencia; a Tom Homan, el responsable de la separación de padres e hijos de migrantes indocumentados como zar de la Frontera, la candidatura de Marco Rubio como secretario de Estado no encumbra a un improvisado, pero no está exenta de polémica.
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Históricamente caracterizado como un halcón ideológico, Rubio ha sido un tenaz defensor de Israel, enemigo acérrimo de Putin y de Xi, antagonista de los gobiernos de izquierda y promotor de la aplicación de sanciones a países antidemocráticos y líderes violadores de los derechos humanos como Daniel Ortega. en Nicaragua, Nicolás Maduro en Venezuela, los Castro y Díaz-Canel en Cuba.
A la lista de indeseables, como bien han reseñado los corresponsales de EL TIEMPO en Washington, Sergio Gómez Maseri, y en Caracas, Ana María Rodríguez Brazón, Rubio define a Gustavo Petro como «un agente de caos» por sus «acercamientos con grupos criminales». , narcotraficantes y terroristas, por su cercanía con líderes dictatoriales en Cuba y Venezuela2, y por sus esfuerzos por «desestabilizar a países vecinos como Ecuador».
Más grave aún, Rubio ha censurado con severidad las políticas energéticas de Petro y amenazado con suspender la ayuda a Colombia si el Presidente no rectifica sus políticas.
Observando el panorama hacia el futuro, le preguntó al expresidente del centro de pensamiento Diálogo Interamericano Michael Shifter si él esperaba un endurecimiento de las políticas de EE.UU. UU. hacia esos países, y esto fue lo que me contestó: «La pregunta no es si Cuba, Nicaragua y Colombia enfrentarán una política más dura con la nueva administración de Trump sino cuánto más dura. Se espera que el próximo secretario de Estado, Marco Rubio , quien mira la región a través de una óptica ideológica, vaya a buscar como presionar y castigar a los gobiernos de izquierda».
¿Y Venezuela? Le insisto a Shifter. «Me parece que Venezuela podría ser un caso distinto. Durante el primer mandato de Trump, la política hacia Venezuela, liderada por Rubio, fue fallida. Ahora, no está claro si Trump va a volver a la lógica de ‘presión máxima’, aumentando sanciones económicas y amenazando con que ‘todas las opciones están sobre la mesa’.
Es posible que lo haga, pero también es posible que Trump busque un trato con Maduro que incluya la migración y el sector petrolero. «En el caso de Venezuela, el estilo transaccional que caracteriza a Trump podría tener prioridad sobre la visión ideológica de Rubio».
Concuerdo con la opinión de Shifter y, si bien respeto la denuncia de Rubio contra los líderes autoritarios, antidemocráticos, violadores de los derechos humanos, dudo mucho de la efectividad de las sanciones.
Hace medio siglo que EE.UU. UU. sancionó al Gobierno cubano con un embargo cuyo propósito era posibilitar un cambio de régimen o por lo menos propiciar reformas democráticas en el país, pero en la realidad solo le ha servido al régimen de pretexto para justificar su incompetencia, para ahondar la represión policial de la Incrementa la oposición valiente y para el sufrimiento del pueblo cubano.