Salud
La salud mental en Colombia ha alcanzado un punto crítico. Los datos del Consejo Colombiano de Seguridad (CCS) son alarmantes: más de 56.000 millones de dólares perdidos en una década debido a trastornos mentales y lesiones autoinfligidas. Solo en 2022, esta cifra alcanzó 16.800 millones de dólares, representando el 4,4 por ciento del PIB de ese año. Estas cifras reflejan no solo una crisis económica, sino también un problema de salud pública que afecta a toda la sociedad.
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La pandemia por la covid-19 exacerbó una situación ya de por sí preocupante. El aislamiento social, la incertidumbre y el estrés desencadenaron un aumento significativo en los casos de depresión, ansiedad y otros trastornos mentales. Los jóvenes, en particular, se han visto afectados de manera desproporcionada. En 2022, aproximadamente, 147.000 personas fueron atendidas por episodios depresivos, un 38,7 por ciento más que en 2021 y casi cinco veces más que en 2013. Los intentos de suicidio han escalado dramáticamente, con más de 162.000 intentos reportados en la última década, entre personas de 15 a 64 años, pasando de 1.337 casos en 2013 a 29.410 en 2022.
Es clave reconocer que la salud mental no es un lujo, sino un derecho humano. Invertir en ella es invertir en el futuro de nuestro país. Sumado a la afectación del bienestar de las personas, la carga económica es inmensa: además de los costos directos asociados con el tratamiento y la atención médica, la pérdida de productividad y los años de vida potencialmente perdidos (AVPP) representan una carga significativa para la economía colombiana.
Debemos actuar de manera urgente y coordinada para hacer frente a esta crisis. En primer lugar, es necesario ampliar el acceso a servicios de salud mental de calidad, especialmente en áreas rurales y de bajos recursos. Todas las personas deben tener la posibilidad de recibir atención adecuada y oportuna. Los profesionales de la salud deben estar capacitados para identificar y tratar los trastornos mentales de manera efectiva, asegurando un enfoque integral y humanizado.
Es imperativo desarrollar programas comunitarios que fomenten el bienestar emocional y prevengan los trastornos mentales.
En el ámbito laboral, las empresas tienen un papel crucial en la implementación de programas de promoción de salud mental y prevención de riesgos psicosociales, para promover un entorno laboral saludable que mejore la calidad de vida de los empleados y aumente la productividad y reduzca el ausentismo. Mantener esto debe ser una prioridad en las políticas corporativas y de recursos humanos.
Además, es imperativo desarrollar programas comunitarios que fomenten el bienestar emocional y prevengan los trastornos mentales. Estos deben ser accesibles y estar diseñados para atender las necesidades específicas de cada comunidad. La inversión en investigación también es fundamental, puesto que necesitamos comprender mejor las causas de los problemas psicológicos y tener nuevas estrategias basadas en evidencia científica.
Finalmente, debemos trabajar para reducir el estigma asociado a los padecimientos mentales y fomentar la búsqueda de ayuda. Dichas creencias son una barrera significativa que impide que muchas personas busquen el apoyo que necesitan. Las campañas de sensibilización y educación pública pueden desempeñar un papel importante en la reducción del señalamiento, promoviendo una sociedad más comprensiva y solidaria.
La salud mental es un asunto que nos concierne a todos. Cada uno de nosotros puede contribuir a construir una sociedad más mentalmente saludable. Es hora de actuar. No podemos permitir que esta bomba de tiempo siga creciendo. La inversión en salud mental contribuye al futuro de nuestro país y en el bienestar de nuestras generaciones venideras. Es una responsabilidad compartida.
*Presidenta ejecutiva del Consejo Colombiano de Seguridad (CCS)
