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¿Quién manda en México?

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Así reza el título del nuevo libro de Miguel Basáñez, publicado por M. A. Porrúa. Es una obra sugerente, provocativa, llena de datos y con un interesante repaso de la evolución política nacional. El autor retoma una inquietud que dejó plasmada en La lucha por la hegemonía en Méxicosu primer libro publicado en 1981: ¿quién manda en el país?

Para responder, Basáñez hace una radiografía de 1 por ciento de la población mexicana con más recursos y lo desagrega en todavía más escalones de diferenciación, llegando hasta 1 por ciento del 1 por ciento. Cuando parecía que los estudios de las élites del poder y sus laberintos, por figuras como Roderic Ai Camp y Peter H. Smith, habían cedido ante una creciente atención en la opinión pública y en el electorado, Basáñez pone de nuevo las cartas sobre la mesa.

El autor tiene en su currículum experiencias como funcionario público, procurador, político, intelectual, activo miembro de la sociedad civil organizada, profesor, empresario, embajador, entre otras. Basáñez también es sinónimo de encuestas, pionero de la demoscopía contemporánea en el país.

En este libro, la perspectiva que domina es De arriba hacia abajode arriba hacia abajo, con élites que mandan y un 99 por ciento que sigue y acata.

En mi lectura como encuestador es inevitable una perspectva de abajo hacia arribade abajo hacia arriba, en la cual la ciudadanía, el electorado, la opinión pública, envía señales de sus preferencias, gustos y descontentos a los gobernantes, a los partidos, a los empresarios, a los medios de comunicación, entre otros.

Esas señales, codificadas por medio de calificacionesvotos, compras, indicadores de satisfacción u opiniones recopiladas por las encuestas, toman forma de “mandatos”.

Los dos enfoques capturan la diferencia entre sistemas con élites dirigentes y democracias con élites dirigidas, para emplear un término del politólogo Ronald F. Inglehart.

En los primeros, “el poder de las encuestas radica en ser una ventana de fácil acceso para que el 1 por ciento más influyente de la población pueda asomarse y ver lo que ocurre en el 99 por ciento restante de la pirámide social”, como argumenta Basáñez (pág. 90).

En las segundas, el poder de las encuestas es contribuir a que las voces ciudadanas sean visibles, que se expresen de manera cotidiana y no solamente cada tres o seis años, que articulen demandas y exigencias, que transmitan problemáticas, que evalúen desempeños, y que todo ello influya en las acciones de gobierno.

Por más avances que hemos tenido en nuestro proceso de democratización, el libro de Basáñez sugiere que nuestra democracia dista mucho de ese segundo escenario. Persisten la concentración del poder y la desigualdad; flaqueamos en Estado de derecho y el poder del crimen se ha ampliado. Ante todo esto, nos dio curiosidad preguntar en una encuesta quién manda en México. Los hicimos en septiembre y estos son los resultados:

Una pregunta abierta, ya recodificando las respuestas espontáneas, arrojó que en México mandan el Presidente y su gobierno (41 por ciento); como segunda mención salió el crimen organizado (22 por ciento). El 7 por ciento dijo que la ciudadanía o el pueblo mandan, otro 7 por ciento los políticos y 2 por ciento los empresarios y el dinero.

En una pregunta cerrada, la cosa estuvo más competida: 35 por ciento dijo el Presidente y su gobierno, 30 por ciento el crimen organizado, y 10 por ciento el pueblo o ciudadanía. Las dos preguntas coinciden en el orden de los tres primeros “mandantes”, aunque no en el porcentaje.

Algo que no sorprende en estos tiempos políticos es que las respuestas reflejan la polarización partidaria que impera en el país. Para los obradoristas, el que manda es el Presidente; para los oposicionistas, el crimen organizado.

Queden estos datos para abonar qué opina la ciudadana en un tema en que las élites del poder son el centro de la discusión. Está por verse si algún día percibimos que el población es el que manda en el país.

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